6 mar 2013

LECCIÓN 65


Mi única función es la que Dios me dio.

1. La idea de hoy reafirma tu compromiso con la salvación.
2 También te recuerda que no tienes ninguna otra función salvo ésa.
3 Ambos pensamientos son obviamente necesarios para un compromiso total.
4 La salvación no podrá ser tu único propósito mientras sigas abrigando otros.
5 Aceptar la salvación como tu única función entraña necesariamente dos fases: el reconocimiento de que la salvación es tu función, y la renuncia a todas las demás metas que tú mismo has inventado.

2. Ésta es la única manera en que puedes ocupar el lugar que te corresponde entre los salvadores del mundo.
2 Ésta es la única manera en que puedes decir, y decirlo en serio: "Mi única función es la que Dios me dio".
3 Y ésta es la única manera en que puedes encontrar paz.

3. Hoy, y durante los próximos días, reserva diez o quince minutos para una sesión de práctica más prolongada, en la que trates de entender y aceptar el verdadero significado de la idea de hoy.
2 La idea de hoy te ofrece el que puedas escapar de todas las dificultades que percibes.
3 Pone en tus manos la llave que abre la puerta de la paz, la cual tú mismo cerraste.
4 Es la respuesta a la incesante búsqueda en la que has estado enfrascado desde los orígenes del tiempo.

4. Trata, en la medida de lo posible, de llevar a cabo las sesiones de práctica más largas a la misma hora todos los días. 2 Trata asimismo, de fijar esa hora de antemano, y de adherirte luego al máximo al horario establecido.
3 El propósito de esto es organizar tu día de tal manera que hayas reservado tiempo para Dios, así como para todos los propósitos y objetivos triviales que persigues.
4 Esto es parte del entrenamiento a largo plazo que tu mente necesita para adquirir disciplina, de modo que el Espíritu Santo pueda valerse de ella de manera consistente para el propósito que comparte contigo.

5. En la sesión de práctica más prolongada, comienza repasando la idea de hoy.
2Luego cierra los ojos y repite la idea para tus adentros una vez más, observando tu mente con gran detenimiento a fin de poder captar cualquier pensamiento que cruce por ella.
3 Al principio, no trates de concentrarte exclusivamente en aquellos pensamientos que estén relacionados con la idea de hoy. 4 Trata, más bien, de poner al descubierto cada pensamiento que surja para obstaculizarla.
5 Toma nota de cada uno de ellos con el mayor desapego posible según se presente, y deséchalos uno por uno a medida que te dices a ti mismo:
6 Este pensamiento refleja un objetivo que me está impidiendo aceptar mi única función.

6. Después de un rato, te resultará más difícil poder detectar los pensamientos que causan interferencia.
2 Sigue tratando, no obstante, durante un minuto más o menos, intentando detectar algunos de los pensamientos vanos que previamente eludieron tu atención, pero sin afanarte o esforzarte innecesariamente en ello.
3 Luego repite para tus adentros:
4 Que en esta tabla rasa quede escrita mi verdadera función.
5 No es preciso que uses estas mismas palabras, pero trata de tener la sensación de que estás dispuesto a que tus propósitos ilusorios sean reemplazados por la verdad.

7. Finalmente, repite la idea de hoy una vez más y dedica el resto de la sesión de práctica a reflexionar sobre la importancia que dicha idea tiene para ti, el alivio que su aceptación te ha de brindar al resolver todos tus conflictos de una vez por todas, y lo mucho que realmente deseas la salvación, a pesar de tus absurdas ideas al contrario.

8. En las sesiones de práctica más cortas, que deben hacerse por lo menos una vez por hora, usa el siguiente modelo al aplicar la idea de hoy:
2 Mi única función es la que Dios me dio.
3 No quiero ninguna otra ni tengo ninguna otra.
4 Cierra los ojos en algunas ocasiones al practicar esto, y en otras, manténlos abiertos mientras miras a tu alrededor.
5 Lo que ahora ves será totalmente diferente cuando aceptes la idea de hoy sin reservas.

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Mi única función, mi misión, tiene que trascender mi cuerpo, mi vida. Tiene que estar más allá de objetivos banales, materiales. La forma de realizarla, los medios con los que cuento, los que me han sido dados, los que poseo en esta existencia, son el medio con los que expresar un único mensaje.

El mensaje va tomando forma en mi conciencia, los medios los poseo aunque debo reorientarlos, las circunstancias donde desarrollarlo vienen cada día, programados de antemano, como parte de un Gran Plan. La finalidad de todo ello está enfocándose cada vez más. Lo que percibía como borroso y turbio se aclara y se  muestra obvio.

Paz, serenidad, tranquilidad, sosiego, Amor...
Y todo baila acompasado, y todo suena en armonía.

"Tradicionalmente, pensamos que perdonar es algo que debemos hacer cuando creemos que alguien es culpable de algo. En el Curso, sin embargo, se nos enseña que nadie es culpable, que no hay culpa, porque sólo el amor es real. Nuestra función consiste en ver, a través de la falsa idea de la culpa, la inocencia que está más allá. «Perdonar no es otra cosa que recordar únicamente los pensamientos amorosos que diste en el pasado, y aquellos que se te dieron a ti. Todo lo demás debe olvidarse.» Lo que se nos pide es que extendamos nuestra percepción más allá de los errores que nuestras percepciones físicas nos revelan -lo que alguien hizo, lo que alguien dijo-, para captar la santidad en ellos que sólo el corazón nos revela. Entonces, de hecho, no hay nada que perdonar. Lo que tradicionalmente se ha entendido por perdón -lo que en el Canto de la oración se llama «perdón para destruir» es, por lo tanto, un acto de enjuiciamiento. Es la arrogancia de alguien que se ve a sí mismo como mejor que otra persona, o quizá como igualmente pecador, lo que sigue siendo una percepción errónea y una expresión de la arrogancia del ego." (Del libro  Volver al Amor)



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